domingo, 4 de marzo de 2012

"Ayer, Real Monasterio; hoy, almacén".Un artículo de 1970 todavía vigente (y III)

"Pereció a nuestras manos.

“Víctima de la indiferencia de la especulación perecerá este edificio a nuestras manos, después de sobrevivir al estrago de los franceses que inmolaron atrozmente a sus moradores...” (José María Cuadrado)

Todo el recinto se cierra de una regular muralla de conglomerado. No hace muchos días que tiraron un tramo de la parte derecha. Aparecieron platos y tazones de cerámica de Muel (probablemente de finales de siglo) algunos subterráneos donde se encontraron barriles y tumbas, y que la excavadora volvió a tapar.  Hemos visto alguna de estas vajillas. Las tienen en una casita que abre su puerta al exterior del recinto, en la tapia, a mano izquierda. Las tienen también en la casa de teléfonos. Colores y dibujos clásicos, los mismos que hoy se utilizan en el taller-escuela establecido en Muel. Se trata, según opinión autorizada, de muestras de la más discreta época de la cerámica  de Muel. Jesús Utrillas –al que se dedicó no hace mucho un reportaje en nuestro periódico, mejor bateador 1970 del programa “Misión rescate”-, el amigo Utrillas, como le llaman en TVE, con la que tanto ha colaborado en el citado programa, nos acompaña en nuestro recorrido. Está especialmente interesado en los subterráneos que se abren detrás de la escuela y que debían servir, según él, para llegar desde el monasterio al río cuando, en caso de dificultades fuera necesario proporcionarse agua.

Tras el portalón de ladrillo y figuras decapitadas, una gran explanada. La iglesia está dividida entre dos dueños. La parte correspondiente a la cúpula y altar pertenece actualmente a don Ángel Jordana de Pozas, que heredó de sus padres una parte de las fincas que tiene en este término, adquiriendo a sus hermanos el resto. La otra parte es de don Antonio Martín. Ambas están convertidas en almacén de alflafa, heno y aposento de carros. Estamos ante un hogar de leña quitándonos el frío de la mañana. Los colonos de Jordana de Pozas nos han invitado a entrar en su casita. Se habla ante el fuego. Antes hemos recorrido las estancias de la iglesia (mitad de los Jordana). El aspecto, a pesar de las ruinas, es grandioso por la propia magnificiencia de su arquitectura: nave central, de enorme dimensión, y naves laterales se adornan de una riquísima exuberancia de columnas corintias y frontones neoclásicos. Eso si, truncados, agrietados por el abandono, con todas las bóvedas caídas, el cielo por techo, sólo subsistentes las pechinas y los fajones de la primitiva cobertura del templo. Es un duro contraste ver utilizándose tan artísitica pieza como almacén de forrajes y aperos de labranza. Duro contraste, sí. La cúpula es grandiosa, de tambor muy elevado, con linterna. El colono –no recuerdo su nombre, lo siento- hace que nos fijemos en una paloma que cuelga en la linterna de la cúpula. De plata dicen que es. Se le han tirado hasta tiros por ver si caía, y nada...

La parte del templo que corresponde en propiedad a don Antonio Martín no hemos podido verla. La señora que la habita no quiere dejar paso libre a los curiosos. Aquello es una propiedad privada, una propiedad particular. De acuerdo, de acuerdo, señora, no hay que ponerse así. (Aunque discutible el asunto lo es mucho ¿Por qué ha de seguir manteniéndose en propiedad particular un edificio de tanta significación histórico artísitica? ¿Hasta qué punto hemos de sacralizar lo de la propiedad privada para consentir que se siga utilizando como almacén una joya arquitectónica? ¡Ay, con cuántas poderosas sinrazones nos alimentamos!)

Hay nueve familias habitando el lugar (llamado “coto de Santa Fe”) que forman en total 36 personas. Pertenece al término de Zaragoza, siendo el alcalde pedáneo de Casablanca al mismo tiempo de Santa Fe. Las fincas extramuros pertenecen al término de Cuarte o de Cadrete, pero algunos vecinos de Santa Fe tienen parte de estas tierras en propiedad. El “coto de Santa Fe” se rige parroquialmente por Cuarte.

El que fue real monasterio, cayéndose a pedazos, a pedazos de historia, a pedazos de arte, es un símbolo expresivo, terrible, acusador, del abandono con que miramos nuestro pasado. Tristemente es así." (Juan Domínguez Lasierra. Heraldo de Aragón)

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