jueves, 1 de marzo de 2012

"Ayer, Real Monasterio; hoy, almacén". Un artículo de 1970 todavía vigente (II)

"Los avatares históricos del real monasterio.

Sobre la modesta construcción primitiva alzose en 1774 una suntuosa iglesia de estilo neoclásico cuya planta, aunque maltrecha, podemos admirar ahora. Dirigió la obra un hermano lego, discípulo de Ventura Rodríguez, obra influida grandemente (torre, cúpula) por la de su maestro, la basílica del Pilar. El coro –nos cuentan que de él nada queda- era espacioso y de hermosa sillería.
Los franceses, al ser rechazados de Zaragoza en 1808, se refugian en esta abadía, y de aquí le vendrá el primer golpe duro al monasterio. Cuenta Casamayor en su “Diario”: “El día 16 de junio de 1808, los franceses, después de pasar la noche junto a la Casa Blanca y habiendo perdido mucha gente en la batalla, marcharon al monasterio de Santa Fe, donde cometieron cuantos robos, sacrilegios y desórdenes cabe en un ejército abandonado a toda especie de maldades; matando al abad (hemos leído en otro sitio que se llamaba Cillerizo), tres monjes y cuatro criados, únicas personas que habían quedado en él; robando los ornamentos sagrados, cálices, copón, plata y ropa blanca y demás peculiar de los monjes; cuanto quisieron, e igualmente las parideras inmediatas, como también matando reses e incendiándolas, como también el monasterio, segando los trigos para los caballos e inutilizando las viñas.”
En 1809, José Bonaparte decreta la primera desamortización. Desde esta fecha a la de 1814, los vecinos del monasterio ya no pagan tributos a los monjes, sino a la Real Hacienda francesa, Fernando VII, en este año, regresado del exilio de Bayona, anula la supresión de órdenes religiosas dada por Bonaparte, y los monjes cistercienses ocupan de nuevo Santa Fe y las fincas. La Constitución de Riego les despoja de nuevo, en 1820, de sus posesiones, que se venden como bienes nacionales por el Estado. Cae el régimen tres años después y sus compradores con desposeídos de las fincas. En 1836 les son restituídas en virtud del decreto de Mendizábal de supresión de órdenes religiosas.

“El monasterio –dice Gil Pilarcés- terminó aquí su historia y ahí están sus muros, mudos en su elocuencia, como testimonio de su pasado, del que aún perdura la labor de colonización, la fertilidad de sus huertas, las acequias, el azud de los frailes...”
Como ejemplo de su grandeza pasada valgan estos detalles: En el monasterio se guardó el archivo de la Orden de Caballería de la Jarra, en especial las actas originales de los capítulos, y dio cobijo a un estimable número de escritores, entre ellos fray Gualberto (Gamberto y Gilberto, hemos leído también), Fabricio de Vagad, autor de la crónica de los Reyes Católicos, a finales del siglo XV, divagante y elocuente “soltando la rienda a más altivos sentimientos de los que su estado y época prometían” (José María Cuadrado), y fray Bartolomé Ponce de León, fray Isidoro Andrés y el que fue académico de la Lengua fray Juan Olóriz y Nadal.
Los libros del monasterio, nos han dicho, están en la iglesia de Cadrete, que regenta el cura párroco de María de Huerva. Salimos en su busca y no damos con él. Es domingo, y tras celebrar sus misas ha marchado a pescar. Unos dicen que a Juslibol, otros que a Almudévar. Otra vez será lo de ver los libros." (Juan Domínguez Lasierra. Heraldo de Aragón)

(continuará)

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